Con el vino, ¿quién la guerra o pobreza no olvida?

Quienes somos apasionados por el vino hace tiempo descubrimos que además de ser un grato bebestible, que acompaña nuestro esparcimiento, es también algo así como una «medicina», para nuestros pesares del alma.

Ahora bien, a mi parecer, el vino a diferencia de algunas medicinas, no vendría a curarnos de la enfermedad, si no más bien a mitigar los síntomas, que nos provoca la desazón, tristeza, melancolía o, en algunos casos incluso el dolor.

Desafortunadamente existen quienes se han confundido (¿o engañado a si mismos?) y la han empleado en exceso, cual anestesia, para intentar desaparecer los «males» que los aquejan. Una lástima en verdad, porque pasado cierto límite, el vino deja de ser un buen amigo confidente y pasa a ser un arma peligrosa, que puede ciertamente lastimar.

Les comparto aquí un breve poema de HORACIO (Quintus Horatius Flaccus), famoso poeta romano de la época de Augusto, que nos habla justamente de esa habilidad del vino de «mitigar los pesares y evitar que los males nos persigan».

 

Sin beber nadie mitiga

 los pesares que nos mandan

altas órdenes divinas;

sólo bebiendo evitamos

que los males nos persigan.

 

Con el vino,

¿quién la guerra o la pobreza no olvida?

¿Y quién a ti, padre Baco y a Venus lauros no brinda?

 

¡Salud!

IdV.

 

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