El vino entra en la boca
Y el amor entra en los ojos;
Esto es todo lo que en verdad conocemos
Antes de envejecer y morir.
Así llevo el vaso a mi boca,
Y te miro, y suspiro.
Es increíble cómo tan breves palabras, pueden conmover tanto. La poesía, tiene esa virtud innegable, la de entrar a nuestros oídos como una música de suave melodía, y remover nuestro corazón hasta el punto de sensibilizarlo, «tocarlo».
En estos sutiles versos de W.B. Yeats, poeta y dramaturgo irlandés, hay no sólo emociones, si no movimiento enmarcado por sensaciones, en particular aquellas que involucran a la vista y por supuesto al paladar. Quienes disfrutamos del beber, sabemos que el sólo acto de poner vino en nuestra boca, nos provoca ilusión primero y placer después. Quienes nos hemos enamorado podemos constatar, que admirar a nuestro ser querido, nos provoca exactamente lo mismo, ilusión seguida a continuación por el placer.
Y así como el tiempo transcurre, entre la juventud y la vejez, el instante que enmarca ese sorbo de vino, mirando al ser amado, puede ser tan breve como un suspiro, o tan eterno como el amor.
¡Salud!
IdV.
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