El Calor del Vino
«El calor que el vino ejerce sobre el alma es igual al efecto que tiene el fuego sobre el incienso» (Plutarco)
Es prácticamente imposible beber vino, o alguna otra bebida alcohólica, y ser insensible a la sensación de calor, que el alcohol provoca en el paladar. Ahora bien, es probable, que quienes tengan mayor costumbre o en su defecto, estén distraídos al momento de tragar, no registren conscientemente la mentada reacción. De todas formas, convengamos que si hay algo que le pedimos a un vino, es que ofrezca una dosis justa de éste y que con el primer sorbo, en forma muy pausada, nos entregue el placer medido, que andamos buscando.
El historiador y ensayista Plutarco, sin duda encontró las palabras precisas, para describir el efecto del calor del vino en nosotros. ¿Quién no ha sentido angustia, soledad o tristeza y luego de una copa, ver que esos sentimientos comienzan muy pausadamente a aflojar, para dar paso a cierta tibieza que da contención? Desde el primer sorbo, está la confianza de que aquello, que se ahoga aprisionado en el fondo de nuestro sentir, va a ser liberado, quizás no inmediatamente o sin dificultad, quizás no sin dolor, pero tal como el humo que se desprende del incienso, escapará hacia las alturas y se disipará ante nuestros ojos.
Paralelamente, conocido es que diversas culturas han empleado el incienso como parte de sus rituales, ya sean estos de sanación, religiosos o estéticos. También existen otras culturas que han incorporado al vino en su devenir y en algunos casos también asumiendo éste un rol espiritual. Teniendo en cuenta lo anterior, suena por demás significativo que Plutarco, griego de nacimiento y muy anterior a nuestra era, los comparase a ese nivel.
Pareciera ser, una vez más, que aquello que podríamos denominar el «poder del vino», ha estado al alcance de todos quienes se han dejado encantar, por hace ya muchísimo tiempo y a nosotros sólo nos resta confiar, que éste sigue hoy activo y más vigente que nunca.
¡Salud!
IdV.
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